Un amor perfecto. Que levante la mano quien no lo quiera: tan romántico y apasionado como el primer día, con las mariposas en el estómago desde las primeras miradas, resistente a la costumbre y al paso del tiempo. Eterno, tal vez. En Génova existe. Porque los genoveses, que en el fondo son unos románticos empedernidos, incluso han dado su nombre a una plaza y a una callejuela del centro histórico, en una pequeña cuña entre Via degli Orefici y Vico delle Vigne.

Cuenta la leyenda que, a principios del siglo XVI, se consumó el amor platónico entre Luis XII, soberano de Francia de visita en la Soberbia, y Tommasina. Entre las numerosas recepciones que los nobles genoveses organizaron para rendirle homenaje, el rey participó en un baile en el que se cruzó con la mirada de Tommasina, una bellísima noble de la que se enamoró al instante. En aquellos tiempos, la joven estaba casada con Luca Battista Spinola, descendiente de una de las familias más poderosas e influyentes de la ciudad. Sin embargo, gracias a la intención compartida y a la posibilidad que se concedía a las damas nobles de elegir un amor platónico, puro y casto, el sentimiento entre ambos permaneció inalterado hasta que el rey regresó a Francia.

Pero el Vico y la Piazza dell'Amor Perfetto son solo la primera etapa de una ruta romántica que puede incluir el pequeño pueblo de pescadores de Boccadasse, donde entre el manojo de casitas de colores aferradas a las rocas se dice que se esconde la buhardilla con vistas al mar y al cielo en la que ronroneaba el gato de la canción de Gino Paoli.

Por último, el día puede concluir con las bellas vistas de la ciudad desde la Spianata Castelletto, cuando la puesta de sol incendia de rojo los tejados de pizarra del casco antiguo. Con la última luz de un día que se desliza hacia una noche que pertenece solo a los amantes.