Jardín de Villa del Principe Doria
El jardín de Villa del Principe, osea, el jardín de la auténtica morada genovesa perteneciente a la célebre família Doria Pamphilj, no es simplemente un complemento a la belleza de la suntuosa residencia, forma parte también de la propia historia de Génova.
El príncipe Andrea Doria lo atravesaba para llegar a la Villa cuando retornaba de las batallas marítimas: encontrando resguardo gracias a aromas y flores de todas las especies, sombreadas pérgolas, fuentes, estatuas, y columnas. Aquí, en honor a huéspedes ilustres, se preparaban fiestas, juegos y espectáculos solemnes. En el transcurso de los siglos el jardín de Villa del Principe ha sufrido cambios y transformaciones manteniendo inalterado su doble rol de maravilla natural y testimonio histórico.
Andrea dotó su mansión de espléndidos jardines. La intervención de Perino del Vaga probablemente estuvo ligada a la creación de los “amenissimi giardini”, que acogieron a Carlos V durante sus estadas en la Villa (1533). A esta primera instalación pertenece la definición del patio delantero a la fachada sur de la villa, subdividido en tres espacios de las alas octogonales del porche con terraza, según la conformación habitual de las villas maritimas Hellenistico-romanas. De esta fase ha llegado hasta nosotros la fuente “dei Delfini” (de los delfines). Andrea encargó a fiorentino Giovanni Angelo Montorsoli la labor de crear “nuove aggiunte di fabriche e di giardini bellissimi”; La fuente del tritón es una evidente testimonio de la intervención del mencionado escultor.
Fué Giovanni Andrea I el que encargó al arquitecto Giovanni Ponzello los trabajos destinados a dar al complejo monumental su fisonomía definitiva.
A finales del siglo XVI el jardín al mar se presentaba como un gran espacio articulado en forma geométrica, entorno al pie central de la fuente de Neptuno. Dos construcciones “di delizia” impresionaban a los visitantes: la grande pajarera, que en la ornamentada estructura de hierro de 100 metros y hospedaba miles de pájaros, o la gruta, todavía hoy existente pero totalmente descontextualizada revestida por mosaicos.
En la década de los 50 del siglo XIX, el principe Filippo Andrea V trasformó el jardín a mar en un pequeño parque “a la inglesa” de gusto romántico: borrados los anteriores ejes de simetría, se prefirieron recorridos sinuosos y bosquecillos.
Durante la segunda Guerra Mundial los bombardeos causaron una destrucción notable. Recientemente se ha puesto en marcha una intervención para recuperar el “giardino a mare” (realizándose la parte central, en 1998-2000), intentando recuperar su aspecto y disposición del tardío cinquecento, mejor documentado respecto a la fase de la primera mitad de siglo, y coherente con la arquitectura de la villa. También por la sección de las plantas y el criterio fundamental ha sido aquel de la caracterización histórica, tornando a evocar la ordenación de cultivo de la época. Priorizándose así la plantación según las preferencias de la época, cuya asociación de especies florales con plantas aromáticas. (la rosa con el mirto, el rosmarino con el clavel) y se incluyen especies importantes en el siglo XVI por ser importadas del Nuevo Mundo.