Perderse entre callejas medievales y antiguas tiendas
Uno de los más vastos de Europa, se desarrolla en un enredado laberinto de callejas (denominadas por los genoveses caruggi) que se abren inesperadamente en pequeñas plazuelas; el espíritu de esta ciudad reside precisamente aquí, en sus callejas, en las que se mezclan, desde siempre, olores, sabores y distintas culturas.
En estos angostos espacios, apretados entre las colinas y el mar, el orgullo de los ricos mercantes genoveses, indómitos republicanos, impulsó la edificación de espléndidas mansiones, en las que fueron recogidas y custodiadas durante siglos obras de arte, visibles, todavía hoy, en el interior de algunos edificios, convertidos en museos.
En este compacto conjunto de edificios, en los que las ventanas de las casas están tan cerca unas de otras que casi se tocan, los estilos arquitectónicos se superponen: la pared medieval hace de base a un edificio del siglo XIV y algunos pórticos góticos han sido trasformados hoy en locales de moda; aquí el pasado sirve de cimientos al presente.
En este lugar, donde el tiempo parece haberse detenido, edificios nobiliarios y espléndidas iglesias se alternan con tiendas históricas, ocupadas en actividades desde hace más de 100 años, en las que se siguen preparando especialidades según antiguas recetas y los objetos artesanales se elaboran según antiguas tradiciones.
En los cruces, levanta la mirada para poder apreciar los magníficos templetes votivos, donados por las antiguas congregaciones para iluminar las calles de noche.
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