Génova, bosque vertical. Aunque pudiera parecer extraño en la ciudad más vertical de Italia y quizá de Europa, apretujada como está entre el mar y las montañas, y en la que todo parece amontonarse por falta de espacio, las actividades al aire libre siempre son una gran apuesta.

Solo hay que saber cómo moverse y hacerse con un mapa que nos oriente en la navegación por un archipiélago de islas verdes. Las de sus villas nobiliarias, sobre todo, que constituyen el legado arquitectónico de sus siglos de esplendor,  y que, de este a oeste, de Nervi a Voltri, forman una sucesión de jardines, a veces secretos, que componen el perfil de un parque urbano que se extiende y disemina por su estrecho y alargado territorio.

Mientras, la orilla móvil de su mar se enriquece con el nuevo Waterfront, que pronto permitirá pasear por un paseo marítimo ininterrumpido desde el Porto Antico hasta el pueblo de pescadores de Boccadasse.

Desde lo alto, lo vigila todo su cinturón de fortificaciones, que actualmente son los puntos fuertes de una larga ruta verde que puede recorrerse a pie, de paseo o en caminatas más exigentes, o sobre dos ruedas en bicicleta de montaña. Es el abrazo, fuerte y gentil, que siempre ha protegido a la Soberbia y que ahora se abre para acoger a sus visitantes.